Sunday, February 05, 2006

Austerlitz. Sebald



Y resultó que al final lo encontré, casi en el último estante, y lo añadí al montón de libros que desbordaban mis manos, de entre los que saldría, finalmente, mi medicación mensual.
Luego vendría el para mí siempre angustioso momento de la toma de decisión. Suelo hacerlo por eliminación, aun cuando mis criterios sean tan volubles como mis estados de ánimo.

Soy uno de esos tipos que se sientan en los bares, restaurantes y demás sin haber decidido qué tomar. Y cuando veo aproximarse al camarero no puedo evitar imaginármelo como un gatillo levantado dispuesto a ejecutar mi proverbial indecisión con el inapelable qué-va-a-ser. Claro que todo sería más sencillo si pudiera esconderme debajo de la mesa el tiempo que tarde en averigüar, después de múltiples e intrincados cálculos, que sí, que lo más adecuado sería ese café vienés que tan buena pinta tiene. Y oiga, ese vienés: ¿qué lleva?. Y el camarero enuncia durante diez minutos las bondades de ese café que tanto me interesa. -¡Qué bueno!. Pues nada nada, una cerveza, por favor.

Siempre que entras en una biblioteca, o en una librería, deseas encontrarte con el libro de tu vida. Quisieras saber dónde está ese libro que tanto te gustaría, y hasta es posible que hayas pasado los dedos por su lomo mientras buscabas distraídamente un título sugerente. Quizá nunca encontremos ese libro hasta que lo escribamos nosotros, o quizá haya muchos "libros de tu vida". Pero es una sensación maravillosa salir de la librería satisfecho con tu compra bajo el brazo, con la sensación de haber acertado plenamente.

En nuestra última razzia, me hice con una divertida Pulp, de Bukowsky; un soporífero Un brindis por Ava Gardner y otros relatos, de mi admirado Robert Graves y un siempre fascinante Dashiell Hammett, La llave de cristal.

Pero hubo dos libros especiales, de dos escritores que no conocía:

Los últimos hechizos, una típicamente británica novela de entreguerras, triste y divertida, de Robert Liddell, refleja en sus páginas los últimos estertores de una época condenada a desaparecer. Por cierto, para novelas divertidas, Tom Sharpe: Zafarrancho en Cambridge o Wilt. Si os gusta el humor británico, os encantarán. Y si no os gustan, nunca me encontraréis.

Pero Austerlitz es una de esas sorpresas maravillosas que a veces te sorprenden, cuando menos te lo esperas. De seguro, una de las mejores novelas que he leído en mi vida. La historia de un desarraigado, a quien le roban su nombre, su familia y un futuro que dedica a recuperar su pasado.
Leedla, por favor.

"Cuántas cosas y cuánto caen continuamente en el olvido, al extinguirse cada vida; cómo el mundo, por decirlo así, se vacía a sí mismo, porque las historias unidas a innumerables lugares y objetos, que no tienen capacidad para recordar, no son oídas, descritas ni transmitidas por nadie. "

Austerlitz. W. G. Sebald

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