Friday, July 05, 2013

El inimitable Henry Wilt



No digo yo que por estos lares no tengamos excelsos cultivadores de eso que se ha dado en llamar flema británica, que los tenemos y muy grandes, como mi adorado Jardiel o el más contemporáneo Ussía.
Es más que uno se ha criado con Guillermo Brown y los proscritos, y mi concepto del mundo por aquellos años adolescentes, no difería mucho del que pudiera tener, digamos, un rapacín inglés de provincias, así que siempre me incomodó no poder compartir aquel mundo feliz con mis amigos de la infancia. Los libros de Richmal Crompton fueron muy leídos en la España de los años 50 - 60, gracias a la editorial Molino, lo cual hace más extraño aún el hecho de que ninguno de mis compañeros de pupitre conocieran al bueno de Just William, aunque solo fuera releyendo las mismas páginas avejentadas que un día leyeron sus padres, como así fue en mi caso. El regusto de los viejos libros familiares se le impregna a uno hasta el tuétano, desarrollando pues una anglofilia de campeonato, oiga.


Hoy por fin he terminado Wilt, mi pequeño homenaje por la muerte de Tom Sharp.
Henry Wilt, paradigma del hombre corriente, emparedado entre un trabajo sin alicientes y sin visos de mejora y una esposa como la mayoría, tendrá la oportunidad de voltear su vida del modo más divertido e inesperado. Circula este verano por ahí una adaptación teatral, con Fernando Guillén, que creo está funcionando bastante bien. Por aquí no me parece que vaya a pasar, lo cual es una pena, dadas las ansias que uno tiene por traspasar el umbral del teatro municipal. De todos modos, he de decir que mis mayores carcajadas han sido leyendo Zafarrancho en Cambridge, de veras memorables. Pasar unas horas entre los muros del Porterhouse College puede ser una feliz manera de aprovechar una tarde nublada de verano. Otro de los grandes, si no el mayor, es P.G.Wodehouse. Cuántas veces he compadecido al inimitable Jeeves, uno de esos mayordomos impagables, como el Néstor de Moulinsart, rasgo definitorio de toda hacienda con pretensiones. Su paciente y solícito esfuerzo por deshacer los desvaríos del entrañable Bertie Wooster permanecen en la memoria de cuantos hemos podido reírnos con su lectura.

Más recientemente, y gracias a mi flechazo con la fantástica editorial Libros del Asteroide, he podido disfrutar de una escritora maravillosa como Nancy Mitford, verdadera elegancia inglesa cuyos libros son, todos ellos, una auténtica delicia; todo un descubrimiento para un febril amante de la campiña británica. He reservado una parte de mi biblioteca para Libros del Asteroide. Sus ediciones son de un cuidado tan primoroso, que merecen un sitio de privilegio en cualquier salón.


1 comment:

tipodeincógnito said...

Hay evoluciones, a veces, pero veo que tú sigues anclado entre la niebla londinense de una cualquiera de Dickens. Aunque a estas alturas ya para qué cambiar.