Saturday, January 14, 2006

André Kertész


Broken plate.1929 . (Magritte...)



André Kertész


" Everything is a subject. Every subject has a rhythm. To feel it is the raison d´être. The photograph is a fixed moment of such a raison d´être, which lives on in itself".



Es uno de esos tipos de vida fascinante y llena de vicisitudes, una de esas vidas que da gusto estudiar, y envidiar, por qué no.
Resulta que nace en Budapest en 1894 para morir a los 91, qué suerte disfrutar de una vida tan intensa. Ojalá pudiera llegar a vivir tanto, siempre que me acompañe la cabeza. El día que deje de funcionar no querré seguir viviendo; el mayor regalo que uno puede recibir es, sin duda, la longevidad consciente.
Como decía Petrarca:
"Un bel morir, tutta una vita honora".

Decía yo que nacer en Budapest y además en aquellos años tenía que ser maravilloso. Si no le conocéis, bastaría con ver sus datos biográficos para imaginaros su vida: Budapest, 1894 . Y de pronto te sumerges sin escapatoria posible en ese mundo maravilloso, dramático también, por supuesto, pero verdaderamente único. Sigo creyéndolo mejor que éste.
Al menos, tengo la sensación de que la vida pasaba más lentamente, como si estuvieras bebiendo un buen vino, y la gente se saludaba por la calle y había cafés, aquellos cafés...

André fue soldado austro-húngaro en la Gran Guerra, y ya fotografiaba a sus compañeros entre trinchera y trinchera, pero sus fotos se perdieron con la revolución húngara del 18. Fue herido en los Balcanes, en 1915.
Se hizo contable, para poder vivir, pero le hacían vivir otras cosas. En 1925 lo deja todo y se larga a París. Qué vida...
Allí, claro, estaban todos los que tenían que estar. Imagino que se levantaría por la mañana en su pequeño ático de Montparnasse, subiría la persiana bostezando y rascándose la cabeza se quedaría mirando París, por fin estoy aquí. Llevaría una camiseta de lino blanca, y los tirantes - qué prenda tan fascinante- caídos esperando sus brazos mientras hace sus abluciones matutinas ante una palangana de hojalata y un pequeño espejo. Y una toalla de mano en su hombro, y una navaja de afeitar.
Hacia las 12 llegaría al Café del Dôme, donde ya estarían, por ejemplo, Leger, Mondrian, Chagall o Brancusi. Claro, ninguno sabe que luego serían.

Pues allí se instala, como fotógrafo freelance, trabajando para diversas revistas francesas, alemanas, inglesas. El fue quien enseñó a fotografiar la ciudad a Brassai, aunque éste nunca lo reconoció, y Cartier-Bresson era un plumilla que le llevaba el trípode a Kertész.
Luego se casaría y se iría a Nueva York a trabajar por un año con la Agencia Keystone. En 1944 se nacionaliza estadounidense. Vive como freelance para Vogue, Harper´s Bazar, Look...

Como siempre ocurre, hasta 1964 nadie le conoció. Aquel año el MOMA le hizo una individual, y empezó a considerársele como uno de los padres del fotoperiodismo y uno de los más grandes fotógrafos del siglo XX y blablabla, esas cosas que tanto les gusta decir a los críticos.



Meudon. París, 1928


El caso es que esta foto me obsesiona desde que la ví por primera vez. A mí me parece que es como muy Grosz. Un poco caótico, vaya.
Cuando veo una imagen, siempre procuro ponerme en la piel del artista. En las horas que pudo haber esperado impaciente a que se dieran todas las condiciones para atrapar la foto.
Es una atmósfera de lo más inquietante, quizá por las direcciones opuestas del hombre y el tren. Ese tipo puede ser un marchante con un cuadro bajo el brazo, a lo mejor acaba de salir del cuartucho que ocupa un genio en ciernes en esa misma calle. Hasta es posible que la pequeña toalla que cuelga en la ventana del primer piso sea aquella con la que el pintor se lavó las manos antes de recoger las monedas de su valedor. - cariño, he vendido otro cuadro...

La foto es de 1928. ¿Adónde iba ese tren?. ¿Quiénes iban dentro?. Hay un señor junto a la entrada de la tienda - por favor, que sea una carnicería con un orondo y bigotudo carnicero marsellés- que parece estar saludando con su sombrero a una posible dama que no podemos ver.

Bueno, dejando a un lado lo anecdótico, he de decir que siempre he asociado a Kertész con Josef Sudek, otro fotógrafo espectacular al que recordaré en breve.
Sudek es el ejemplo perfecto de cómo convertirse en un maestro sin salir de su ciudad. El poeta de Praga, le llamaban. Pero claro, si yo hubiese nacido en Praga, nunca saldría de ella...





"Chez Mondrian".1926




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