Saturday, May 13, 2006



LA INCREIBLE HISTORIA DE IRIA NORIEGA


A duras penas la pareja de policías lograba contener a la muchedumbre que se iba congregando en el centro de la plaza de la catedral. Para cuando llegaron las autoridades, el gentío desbordaba ya las colapsadas calles adyacentes y las televisiones se aprestaban a retransmitir en directo, desde las ventanas cercanas, tan increíble acontecimiento.
El Alcalde fue llevado al lugar por un angosto camino abierto entre la multitud, mientras iba asimilando, con creciente perplejidad, las inconexas informaciones que le iba gritando, entre empellones, el jefe de policía:
- Una mujer...hemos vallado...increíble...

No bien hubo alcanzado el escenario de tan desconcertantes hechos, y una vez constatada su extraordinaria importancia, el regidor dio orden inmediata de ocultar el asunto a los ojos del público, consciente de encontrarse ante algo que escapaba a su control, para lo cual se procedió a despejar, no sin una enorme dificultad, la plaza, y a instalar un improvisado tenderete protector de objetivos indiscretos, a pesar de las protestas del ejército de periodistas allí apostados.
Pero aquello no sirvió sino para avivar aún más la llama de la curtiosidad, que diría Kipling, y el revuelo ocasionado por semejante medida hizo vanos los intentos de los prebostes locales por mantener a raya lo que ya era de dominio público.

En efecto, pronto trascendió el alcance de la noticia, y en los cinco continentes se vio interrumpida la programación habitual en los medios de comunicación para dar cuenta de lo que allí estaba sucediendo. Las televisiones bombardeaban las pantallas una y otra vez, entre tomas aéreas de la plaza, con las imágenes que un avispado y afortunado testigo había tomado torpemente. En un corte de unos veinte segundos, y en los escasos momentos en los que no bailaba la cámara, el improvisado reportero había conseguido enfocar, confusamente, la figura de una joven mujer completamente inmóvil, rodeada de rostros estupefactos. Claro está, se necesitaba observar detenidamente la imagen- como así hicieron los realizadores televisivos, abusando de la cámara lenta – para poder entrever cómo aquella chica estaba sostenida en un inestable equilibrio por su pierna derecha, como si el obturador de una cámara hubiese detenido a Iria Noriega, y a su pierna izquierda, a punto de culminar su paso.

Una caterva de sesudos especialistas - doctores, filósofos, sacerdotes, científicos, visionarios... - copaban redacciones y platós intentando explicar porqués y cómos, que es la forma que tienen radios, periódicos y televisiones de dar cuerpo a sus noticias mientras las buscan.
Se originó un encendido debate público acerca de las medidas a tomar, en cuanto a las medidas prácticas, digamos, porque habría que decidir sobre la conveniencia o no de dejar a Iria Noriega tal y como estaba o llevarla a algún sitio. Por protegerla, entiendo.
El caso es que pronto se supo que la parálisis era absoluta. No hubo manera de desplazarla ni un solo centímetro de su posición, estaba graníticamente paralizada.

- Pero qué coño... - farfullaba el Alcalde ante ella, con los brazos en jarra. Se había cansado de rodearla, intentando encontrar algún detalle que le devolviera a la realidad, pero nada había de extraño en aquella figura, vestida como cualquier joven de su edad, con sus auriculares, su mochila, los ojos entornados y la boca entreabierta, como si se hubiese detenido en el preciso instante en el que sus labios susurraban el estribillo de alguna canción.

Entonces las autoridades superiores se hicieron cargo del asunto y se activó el protocolo oficial establecido para situaciones extraordinarias. Se creó una especie de consejo de nobles integrado por reconocidos expertos, en derecho y medicina fundamentalmente, pero también en otras materias. Se pretendía dilucidar, con la mayor brevedad posible, varias cuestiones, pero en especial dos: la situación legal y la médica de Iria Noriega.
Porque, en efecto, había enormes dudas acerca de si era lícito desplazarla de allí por encontrarse en un espacio público, más aún siendo la plaza de la catedral. En este asunto los canónigos se mostraron inflexibles exigiendo la retirada inmediata de la joven, por cuanto afectaba a la naturaleza sagrada del recinto, si bien era evidente que se encontraban bastante preocupados con el desvío del foco de atención. Es curioso, tiempo después, se convertiría en la catedral más visitada de la Cristiandad.

Al día siguiente tuvo lugar el tan esperado comunicado por parte del Máximo Responsable.
Fue una solemne declaración oficial, y alcanzó una enorme aceptación el detalle de colocar, junto a la nacional, la bandera de las Naciones Unidas.
Sin extenderse demasiado, el Máximo Responsable hizo partícipe al mundo de lo que allí estaba sucediendo, confirmó los contactos con todos los países del globo y confesó no conocer ni una sola razón por la que Iria Noriega había quedado paralizada. Dijo que el mundo estaba asistiendo a un hecho sin parangón en la Historia y terminó su discurso pidiendo el máximo apoyo para quienes peor lo estaban pasando: la familia de Iria Noriega.
Inmediatamente después se facilitó una nota oficial en la que el Consejo anunciaba su decisión de no tomar ninguna decisión. Dada la disparidad de opiniones, se consideró oportuno mantenerlo todo tal y como estaba, hasta que el estudio de la situación arrojara alguna luz.
Sólo al final del comunicado el Consejo declaraba que:

"1º.- A pesar de la absoluta ausencia de movimiento en el cuerpo, y con él la aparente parálisis de todas sus funciones vitales, este Consejo no puede, en base al punto siguiente y con el deseo de seguir trabajando en la recuperación del paciente, declarar la muerte clínica de Doña Iria Noriega.
2º.- No pudiendo declarar su defunción, este Consejo certifica el pleno derecho que asiste a Doña Iria Noriega a permanecer en la plaza de la catedral, considerándose inviolable su persona."

Dos meses después de aquellos días, la pequeña plaza presentaba otro aspecto. Se había descubierto a Iria Noriega, y en lugar del primer cobertizo se había instalado un coqueto kioskillo que la rodeaba, a petición familiar, para protegerla de las inclemencias del tiempo.
Completamente acristalada, resultaba perfectamente visible desde cualquier lugar de la plaza, donde habían dispuesto, provisionalmente, vallas para encauzar el inmenso flujo de gente que se acercaba, cada día en mayor número, a verla.



(...to be continued...)






Música: I saw her standing there. The Beatles

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P.D.- Iria Noriega está todavía en la plaza de la catedral de Oviedo.

2 comments:

Alberto Cuervo-Arango Rodero said...

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tipodeincógnito said...

Echo en falta a Jiménez Noguerol dentro de tanta genialidad. Keep on writing, Bro