Sunday, September 17, 2006

Cudillero





Elegías de Duino



Quizá no te acuerdes, pero cuando venías con nosotros a la ópera me gustaba ver tu rostro disimuladamente, y esperaba impaciente el momento más intenso del aria para rozar levemente tu mano. A veces se nos ocurría a la vez y entonces brotaban las sonrisas.
Confieso haber tratado de atraparte parasiempre en momentos puntuales, casi estratégicamente, porque creía que esos pequeños instantes donde la sensibilidad se libera y alcanza su cima permanecen grabados a fuego en el recuerdo de quien es capaz de amar.

Asistimos el domingo a la primera función, pero no había esta vez hombres con cabezas enormes, como salidos de Alicia. Hubo Sonrisas y lágrimas, esa familia Trapp al completo acudiendo al teatro con sus vestidos de gala, los niños con pantalón corto, la adolescente con su vestido primoroso de puesta de largo, anunciando a la buena sociedad su abandono de la infancia.

Y la semana transcurrió a partir de ellos, reflexionando acerca de la buena educación, cómo hay cosas que no pueden ser de otra manera y ojalá nunca cambien.

El sábado me llevó mi padre al Palacio de los Selgas, en Cudillero, el más imponente del norte de España. Nadie lo conoce, pero qué más da. ¿Qué ganaría la gente sabiendo de su existencia?. Para eso se abren los grandes centros comerciales, que son sitios en los que no se necesita ser elegante y hay hilo musical y tiendas y puedes ir en camiseta sin mangas y pasar la tarde con la familia.

La Fundación Selgas-Fagalde dispuso un concierto, nada más y nada menos que de Christian Zacharias, uno de los más grandes pianistas del mundo. Debía haber no más de 50 personas, bajo rigurosa invitación, y el recital se disfrutó en el pabellón de tapices, entre cuadros de Goya y tapices del siglo XV.
Al llegar a la mansión, un encargado de la Fundación acompañaba a los invitados hasta el pabellón, sito en medio de un parque maravilloso, una ecléctica mezcla de jardín inglés, francés e italiano con unos árboles majestuosos. Sólo eché en falta criados de librea, para servirnos el té en tazas de porcelana.
Unas horas antes estaba leyendo a Rilke, y no pude evitar sentirme identificado con él. Paseaba fascinado por el jardín imaginando sin cesar historias y más historias en cada rincón, no debimos leer tanto bro.
Hay listas de espera para entrar aquí, incluso de un año, y al palacio se accede con babuchas, es preciso descalzarse para no manchar las alfombras. La familia desapareció, sólo quedaron dos hermanas sin descendencia que apuraron su vida entre Asturias y, naturalmente, su palacio en la Castellana de Madrid.

El concierto fue delicioso, como no podía ser de otra manera. Mis sonatas de Mozart son las suyas, tengo su disco de Emi, pero a mi padre le sorprendió enormemente su manera de interpretar a Chopin.

Mientras ibamos abandonando el Palacio - qué tarde de septiembre...- pensaba en ciertas afinidades electivas, en la verdadera fortuna, que consiste en ser un espíritu cultivado, una distinción intelectual que no se puede comprar en ninguna parte.

Aunque, irremediablemente, te haga sentir tan solo en este mundo...

Tampoco la clase, ni la elegancia, se puede adquirir. LLevaba mi cámara en el bolsillo de mi traje, y cuando hice ademán de sacar un par de fotos para inmortalizar esa tarde de ensueño, no pude evitar sonreír a mi padre cuando me dijo: - Ni se te ocurra, Alberto.

Media hora después mi mirada ensimismada veía cómo iba cayendo la noche sobre la carretera, y pensaba en cuán distinto iba a ser todo un par de horas después, sumergido en el bullicio de San Mateo.
Pero eso fue antes de caer en los brazos de María Dolores Pradera, toda una dama de la canción.

- Orgullosamente diles que es por ti...


Menos mal que me esperaba Paul, y el ron; era preciso acabar la noche bebiendo copas de solipsismo.


Cuando volví a casa, releí la elegía primera. Alguna vez pasearé por Trieste...

Elegía I

¿Quién, si yo gritara, me oiría desde las jerarquías de los angeles?,
y aún en el caso de que uno me cogiera de repente
y me llevara junto a su corazón;
yo perecería por su existir más potente.

Porque lo bello no es nada más que el comienzo de lo terrible,
justo lo que nosotros todavía podemos soportar,
y lo admiramos tanto porque él, indiferente, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible.

Y por esto yo me contengo y ahogo el grito de reclamo
de un oscuro sollozo. Ay, ¿a quién podemos recurrir?
A los ángeles no, a los hombres, no, y los animales, sagaces,
se dan cuenta ya de que no estamos muy seguros,
no nos sentimos en casa en el mundo interpretado.

Nos queda tal vez algún árbol de la ladera,
para que la volvamos a ver todos los días;
nos queda la calle de ayer y la mimada fidelidad de una costumbre
que se encontró a gusto con nosotros y por esto se quedó y no se fue.

Oh, y la noche, la noche, cuando el viento lleno de espacio cósmico
muerde nuestro rostro, ¿para quién no se quedaría,
la anhelada, suavemente desilusionadora,
penosamente inminente para el corazón solitario?
¿Es más leve para los amantes?

Ay, ellos no hacen más que ocultarse el uno al otro su suerte.
¿No lo sabes aún? Arroja de tus brazos el vacío
y añádelo a los espacios que respiramos;
tal vez los pájaros sientan el aire ensanchado con el vuelo más íntimo.
(...)









4 comments:

La reina de la miel said...

Asúmelo, Albert, asume que "Ninguna criatura humana es comprendida por criatura humana alguna. Todo lo más, por costumbre, paciencia, interés o amistad, se aceptan o se toleran" (Hyppolite Taine).
Pero a veces hay fogonazos que atraviesan las burbujas que somos, y, ay, creemos que...

tomatita said...

Como siempre, conmueves, perturbas, enterneces...

Aunque sigo creyendo que esas copas de solipsismo -gran frase-, no lo son tanto para conocer únicamente nuestro yo, sino para compartirlo con aquellos que nos quieren a pesar de todo.

Miles de besos, lindo.

Janis

Garatusa said...

Abril es el mes más cruel, y detrás de todo lo bello viene lo horrible. Menos mal que siempre nos quedará algún París.

Cayetana Altovoltaje said...

¿De qué club hay que hacerse socia para que te inviten a las soirées de los Selgas (que no es tan desconocido como te crees, by the way)? Prometo vestirme para la ocasión y dejar cámara y móvil en casa.