Monday, August 20, 2007


Viaggio in Italia. (I)

Como bien diría Marta, aún la belleza no había sobrecogido nuestra mirada como habría de suceder a lo largo de los siguientes días.
Sin desmerecer la entrañable dimensión del coqueto aeropuerto santanderino de Maliaño, nuestra atención se centraba por aquel entonces en aproximarnos lentamente al mostrador de ryanair, tras el que estaba nuestro objetivo final: la cautivadora azafata de gafas de pasta que nos dedicó una fantástica sonrisa sospechosamente similar a la de los demás pasajeros.
Una vez aterrizados en Ciampino, el plan de viaje nos tenía reservado un coche de alquiler y un calor sofocante, que lidiamos con las ventanillas del primo de Vesper, un fiat panda que nos habría de llevar a Florencia.
Dedicamos un par de rodeos a familiarizarnos con las señales italianas pero entonces Paul se puso las gafas y decidió que en el plan de viaje no aparecía por ninguna parte Nápoles y que si alguno de los dos tenía aviesas intenciones de ir en contra de la carta magna que lo manifestase abiertamente, por cuanto en el cuaderno de bitácora se estipulaba la expulsión en marcha del vehículo en caso de sedición.
Así pues, tomamos la dirección correcta y sin más contratiempos llegamos a Florencia a las 20:00, después de comprobar cómo se las gastan los italianos en la carretera y lo bien que le sienta a las italianas el volante. Aunque aún desconocemos el porqué de llevar las luces encendidas a pleno sol y la alergia a los intermitentes.
En este viaje descubrimos un nuevo compañero de aventuras: Virgin radio, y a la altura del lago Trasimeno nos enamoramos de Valeria Rossi y nos pasamos el resto de los días cantando dammi tre parole: sole, cuore, amore.
La llegada a Florencia vino - nunca mejor dicho- precedida de un casi volantazo a la altura de la salida hacia Chianti, pero nos sobrepusimos y convinimos en la necesidad de una buena ducha antes de mojar el gaznate.
Entramos como cuchillo en mantequilla en la ciudad y no olvidaremos nunca aquella motorista detenida en el semáforo que, si no me equivoco, fue la primera italiana que detuvieron nuestras retinas. Entonces vimos el Ponte Vecchio de fondo y giramos por la Biblioteca rumbo al hotel. Aparcamos en una callejuela y tras doblar un par de esquinas nos topamos con el fastuoso Duomo. Aquel pudo ser el inicio del viaje, la primera vez que tomábamos conciencia de lo que suponía estar en Italia.
El hotel estaba apenas a dos cuadras, en Piazza della Annunziata, por ende una de las primeras plazas del Renacimiento, un lugar delicioso, junto al Hospital de los Inocentes de Brunelleschi, para asomarse a la ventana recién duchado.





Una vez aseados fuimos directos a la plaza del Duomo y no fue hasta pasado un largo rato que comenzamos a asumir el lugar en el que estábamos, sorprendidos del fantástico ambiente que se respiraba. Cenamos a los pies de la catedral, en la terraza de un restaurante donde nos atendió un simpático camarero florentino que nos brindó una de las anécdotas del viaje al preguntarle por sitios para salir. Debió entendernos mal, porque de pronto se le iluminaron los ojillos y, cerciorándose de que no le oía nadie, se inclinó ligeramente y nos habló entre susurros de un lugar maravilloso donde las más hermosas mujeres caían del cielo rendidas a nuestros brazos.

Viendo nuestras sonrisas se acercó todavía más y, entre susurros, comenzó a recitar las bondades de rumanas, croatas, albanesas, ucranianas, lituanas: parecía emerger su figura como el Tito de los lupanares. Entonces le preguntamos inocentemente si había que pagar e irguiéndose como un resorte de juguete juntó los dedos de esa forma tan italiana y pronunció a viva voz aquellas palabras memorables: -Dove!Le putti???

En fin, acabada la cena, tomamos nuestras carteras Curin y dándole gracias a nuestro camarero dimos un paseo por Florencia. Acabamos tomando una posh- copa en un sitio de postín junto al Palazzo Strozzi, cobrada por una florentina tan hermosa como imbécil, y después de observar con nuestras habituales ráfagas de ácido sarcasmo aquella feria de vanidades nos dirigimos de nuevo al Duomo, donde la atmósfera era mucho más terrenal y menos envarada y encallamos en nuestro lugar favorito de Firenze: el bar del Duomo, un lugar perfecto de donde debimos llevarnos un par de camisetas, bro.

Antes de ir a la cama nos detuvimos frente al Baptisterio, y nos sentamos a sus pies dispuestos a asimilar la fachada de la catedral, mientras veíamos a Aaaandrés recorriendo las escaleras dispuesto a hablar hasta con las esculturas de la portada.

De camino al hotel Andy y yo perdimos a Paul, extenuado por su insomnio voluntario del viernes y ya entre las sábanas, y sin ganas de dormir encontramos el Beboop, un pequeño bar con música en directo. No dudamos en bajar las escaleras y nos tomamos más cervezas memorables mientras escuchábamos versiones de Clapton, Dylan, etc.





Me parecía estar viviendo un sueño: tomábamos cervezas en el sótano de un bar de Florencia escuchando un concierto en directo. Decidí que aquello se podía mejorar y en vista de que nuestro cantante oficial (Andrew) no se atrevía, decidí subirme al escenario a cantar, después de hacerme invitar, claro.
Y así fue como Tom Baxter se convirtió por un rato en improvisado cantante ante el estupor de Andrés, que no daba crédito: he de decir que luego me felicitó profusamente - joder, increíble - dijo, entre los aplausos de la concurrencia.
Fueron un par de canciones de los Beatles, cómo no, pero recuerdo cantar el último tema, The End, lleno de felicidad y sonriendo, mientras pensaba que no había una mejor manera de cerrar nuestro primer día en Italia: con Andrés y Pablo.

And in the end, the love you take
is equal to the love
you make...


P.D.- En el próximo número: Stage II. Viareggio- Pisa- Madama Butterfly









6 comments:

tipodeincógnito said...

Debimos llevarnos un par de camisetas de aquel tugurio cuyo nombre ahora no recuerdo (pero tenía algo que ver con catedral), como no recordaba a la motorista preciosa que nos indicó qué calle coger para ir hacia el centro, prego. Y por eso tenemos que contarlo y escribirlo, dejar constancia de nuestro paso por la historia: como aquella pintada en una de las calles paralelas al Duomo: Alba, Rebeka, Puxa Asturies! Qué tropa.

tomatita said...

Querido, eres una cajita de sorpresas. ¿ Sólo subes a los escenarios en tierras italianas ?

Por cierto, queremos más historias, más, más..

Un beso.

Cayetana Altovoltaje said...

Pato y yo te hubíeramos aplaudido hasta agotar nuestras plumosas y patosas extremidades. Qué arte tienes, Tom.

simalme said...

Quiero una camiseta de los goonies¡¡ ¿Dónde la habéis conseguido?

tipodeincógnito said...

¿Habéis? ¿Qué te hace pensar que ha sido conseguida entre varios? El mérito es mío -y sólo mío- y de los tipos de Retrotoys, una linda tienda ovetense. Las camisetas de Albert suelen tener un tinte mucho más leonés, si se me permite la comparancia. Será tu regalo de reyes si te portas bien (si te portas bien y aún las siguen haciendo, claro)Besos :)

simalme said...

Y yo te devolveré con creces el regalo, con un toro flamenco para encima de la tele. Bueno, a elección, también puedes pedir la legionaria con la trompeta... Albert, también estás invitado a los souvenirs típicos sevillanos. O una servesita, que sabéis os espera.