Friday, January 26, 2007






A veces, cuando era pequeño, me despertaba en la cama del revés, con los pies en la almohada, y entonces el mundo volteaba y era angustioso ir palpando desesperadamente la pared buscando el interruptor, que nunca encontraba, y era todavía más penoso cuando me levantaba con ganas de ir al baño porque entonces me acurrucaba en un rincón y acababa con el mono empapado llorando de miedo hasta que venían a buscarme y entonces se hacía la luz.

Y no quisiera decir con esto que a veces es bueno que iluminen tu mundo.

Que también.

Photo: Paul Caponigro

Tuesday, January 16, 2007

Sueños de un seductor

A mí me recuerdas al famoso peatón de Steinert, Bogey, porque a pesar de llevar 50 años sin tí tu huella indeleble sigue marcando los pasos a seguir para todos nosotros, torpes aprendices de seductor.

También a mí te me apareces de cuando en cuando, pero tus consejos son difíciles de seguir en estos tiempos, por dos razones: la gente ya no lleva sombrero y hay pocas mujeres como las de antes, pocas dignas de más de un fotograma.

Y aún así seguimos celebrando beber alguna que otra copa contigo, y adoramos escuchar tu voz cascada hablándonos de viejas batallas, de damas con guantes, bourbon, ginebra y aguardiente.

Si llegara a pensar en tí probablemente te despreciaría

Así que, en mi habitual incursión dominical por la librería, no fue extraño para mí que la mitad de los libros que compré haya sido un fantástico volumen con los primeros relatos de Dashiell Hammet, Sólo te ahorcan una vez. Tan absorbentes que hasta mi coche había desaparecido esta mañana. Maldita grúa.

Esta noche apareces en mi cuadro de Hopper, en uno de tus primeros papeles; ya sabes, todos pensamos, o queremos pensar, que quizá tú también empezaste partiendo de cero.

Te adoramos, Humphry

NIGHTHAWKS


"Bueno, ahí le tienen. Cansado de vivir siempre la misma vida, y sin ninguna perspectiva de cambio. Oh, vamos, Dave, -le decía Orson, su compañero- te lo he dicho mil veces, todos tenemos nuestros problemas. Ya te llegarán días mejores, hombre, tranquilo.
El caso es que ayer, después de recoger su muestrario de zapatos de mujer y salir cabizbajo de la enésima zapatería, al bueno de David Lambert se le vino el mundo encima.
Acertó a llegar al Phillies, donde siempre encontraba una reconfortante sonrisa detrás de la barra, y vidas como la suya, y altas banquetas en las que adoraba subirse y dejar caer los pies. Luego se aflojaba la corbata y dejaba su viejo sombrero Spencer’s encima de su maletín. No, no estaba en la situación en la que esperaba encontrarse después de cuatro largos años trabajando para ese cabrón de Frank. Y encima ese jodido Orson presentando un volumen de ventas con el que no podía competir, ni aguantar, sobre todo cuando en la reunión semanal llegaba el fatídico - y tú qué, Dave...

Recorría el filo de su copa con la mirada perdida, mientras pensaba que quizá lo único que tenía, lo único que era verdaderamente suyo en ese preciso instante, era aquella ginebra. Maldita sea, musitaba, atenazando en lo posible la mirada vidriosa, otra vez volver derrotado a ese apestoso apartamento realquilado, otra vez el insomnio de la botella mediada, los Benson & Hedges y el serial radiofónico. Y la terrible ironía que suponía ver por la habitación zapatos de tacón desperdigados, sin escuchar a Kate cantando en la ducha. Sí, aquellos zapatos, definitivamente, no tenían dueño, y ella no iba a volver.

Tiene gracia, uno no se sienta en cualquier bar perdido de la ciudad al final del día, cuando las cosas le van bien, pensaba mientras apuraba su bebida. Se supone que lo que más desea uno es llegar a su coqueto chalet adosado, jugar un rato con sus hijos Vera y Chuck, o escuchar pacientemente el murmullo de su encantadora esposa mientras trata de concentrarse en el periódico, antes de la cena, en su aburguesado living-room. Ciertamente, lo que menos le apetecía en aquel momento era pasar su día libre en casa de Tom, su hermano mayor. Le quería demasiado como para presentarse con un aspecto triste y demacrado, y, además, no tenía ánimo suficiente como para fingir llevar una vida alegre, libre de problemas, en el escenario de su felicidad. Aún cuando él y Brenda fueran desde hace meses su único apoyo y nexo con el mundo, desde que empezó meses atrás su exilio interior.

Dave volvió a las andadas al final de la segunda copa. Siempre acababa pensando en ella, no había resistencia posible que frenara su aparición. Cuando el último hielo amenazaba con derretirse, emergía poco a poco su recuerdo, haciendo acto de presencia el desconsuelo. Es curioso, Kate, sonreía Lambert con tristeza, siempre vienes al final de la segunda, como si esperaras con calma el momento en el que me olvido de mí para acordarme de ti...

Para la cuarta copa, aquel vestido de verano pret-a-porter que llevaba cuando la besó por primera vez le dominaba por entero, y el dolor le vencía, y las sienes le pesaban sin remedio."

In loving memory. Humphrey DeForest Bogart (1899-1957)


Photo: Otto Steinert.

Edward Hopper´s Nighthawks